La Danza

Elaya_DancerDesde que tengo conciencia de mi misma siempre me ha interesado el movimiento. Me arrastraba con él antes de que me diera tiempo de analizarlo de alguna manera. Exquisitos gestos de las manos adornados con brazaletes, soberbio giro de la cabeza, serpenteantes movimientos de la cintura… yo era muy niña cuando intentaba imitar los movimientos de bailarinas indias e incluso inventar mis propios pasos a base de ellos. Mis padres, sin pensárselo dos veces, me apuntaron en una escuela de danza donde aprendía, encantada, el abecedario de los pasos y los gestos hasta que mi familia se trasladó a otra ciudad.

Elaya_DancerMi siguiente incursión en el mundo de la danza fue en una edad ya consciente y lo hice no precisamente por la entrada principal sino, por así decirlo, por una puerta secreta. Tenía unos veinte años cuando descubrí las prácticas Dao, particularmente Chi Kung. A partir de este momento mi mundo, aparentemente quedándose igual que antes, cambió hasta hacerse irreconocible. Estaba lleno de corrientes de energía invisible pero claramente perceptible. ¡Y era gobernable! Este descubrimiento me dio alas. Empecé a aprender a trabajar con la energía del cuerpo, sintonizar sus canales y meridianos y seguir sus corrientes. Con el tiempo me di cuenta de que el cuerpo femenino se entrega a esta corriente de energía de forma distinta que el masculino. Este descubrimiento me llevó a las prácticas femeninas donde empecé a buscar, entre multitud de ellas, a la mía propia.

Sabía intuitivamente que mi camino empieza en el Oriente y me sumergí de pleno en los estudios de antiguas culturas: Egipto, China, Japón, India – buscaba allí donde había algo vivo y ancestral y que al mismo tiempo estaba en resonancia con mi ser. Encontré la respuesta en la danza de los templos de la India Bharatanatyam: espléndida unión de movimiento, filosofía, sensualidad y teatralidad. Durante unos años estuve practicando con la maravillosa maestra Irina Iskorostenskaya y estaba convencida de que encontré en esta danza mi formula del movimiento cuando en mi vida surgió el flamenco. Me atrajo la energía de este baile, su impetuosidad, su rotundez, su inequívoca naturaleza. Me ayudó a formular dentro de mí unas emociones que antes parecían unos trazos impresionistas que me impedían realizar un trabajo interior más delicado. Más tarde me enteré de que flamenco tiene sus orígenes en las danzas de la época de los faraones egipcios y me dí cuenta de que a nivel energético Chi-kung y flamenco interactúan con el cuerpo de una forma muy similar. Paralelamente con la danza, durante algunos años he practicado Kung-fu, espada japonesa y sable chino lo que me permitió llegar todavía más profundo en los misterios de nuestra naturaleza física.

Con todas las diferencias de distintas formas de la danza que estaba probando yo cada vez más sentía su gran parecido interior. Con el tiempo sentí la necesidad de sintetizar todo este “material móvil” que se acumuló en mi interior en una mueva forma de expresión. Empecé tener unos sueños increíbles con transformaciones, fantasmagorías, espirales que se perdían en el infinito. Y en algún momento, ya despierta, me di cuenta de que estoy bailando una danza exótica que absorbió todos los movimientos que he conocido anteriormente, todos mis conocimientos sobre el cuerpo femenino: era una danza tribal, una danza de la vida que no conoce límites ni fronteras, el camino de la fuerza femenina, conciente y espontánea al mismo tiempo… Por fin he encontrado lo que estaba buscando durante tanto tiempo.

A partir de este momento dejé de memorizar las historias encriptadas en diferentes tradiciones de danza y empecé a buscar las mías propias. Mi cuerpo respondió bien al experimento. Tenía ganas de llegar más y más lejos en el entendimiento de la naturaleza física del ser humano, comprender como se puede con un movimiento de muñeca o tobillo abrir y cerrar los canales del cuerpo acumulando la energía, o como acentuar el dibujo de la danza con la ayuda de los impulsos puntuales direccionales. Aprendía a combinar estos impulsos con la respiración femenina y aquellos movimientos que nos unen con los estratos más profundos de la existencia de donde, con ayuda de los medios expresivos de la danza, se puede sacar información muy valiosa, conocimientos sagrados e infinita sabiduría. Y hoy en día cada danza para mí es un dialogo sagrado con el momento de la vida al que me entrego totalmente, me abro a todo lo que conlleva y me lleno de él hasta rebosar.

Sheona (Elaya)